LA HIPOCRESÍA DE LOS TOROS
Hace poco, un amigo que comentaba que en cuanto los políticos metían la mano en algún asunto, este se corrompía. Y en este país en el que vivimos, la verdad es que esta desgraciada frase es cada días más cierto.
Un buen ejemplo de esto es lo que ha sucedido con la prohibición de la corridas de toros en Cataluña. Una prohibición que ha girado en torno a la hipocresía y a la utilización partidista por todas las partes.
Por un lado, los nacionalistas, por más que lo nieguen, se han apropiado del tema, usando de forma ruín a los auténticos impulsores de la medida, los grupos de defensa de los derechos de los animales. Y por otro, del Partido Popular, que se ha erigido como bandera de la medida, y con cuyas actuaciones provocará, como suele ser habitual, el efecto contrario.
Pero vayamos por partes. Del lado nacionalista que ha apoyado la prohibición destila auténtica pestilencia en forma de hipocresía barata. A mí, que no me gustan los toros, y que jamás he pisado una plaza si no es para asistir a un concierto, no entiendo del todo que se prohíban las corridas. Sin duda, preferiría que los ciudadanos diéramos la estocada a esta fiesta que algunos llaman nacional (no es mi caso, ya que no me identifico con estas celebraciones) dejando de ir a las plazas por convencimiento y no por una prohibición.
De hecho, no me entra en la cabeza que un espectáculo pueda basarse en la muerte de un toro. ¿Por qué no celebrar corridas sin matar al animal en público, tal y como se hace en Portugal si no recuerdo mal?. Y aún así, tampoco soy maximalista en este sentido. Todos comemos carne, y los mataderos sí que son lugares que quitarían el sueño a muchos si llegaran a pisarlos. Quizás los animales y sus derechos tengan otros problemas mucho más graves que el de las corridas: maltrato, abandonos, fiestas salvajes en muchos pueblos...
Y por otro lado, no me entra en la cabeza que se prohíban las corridas de toros por la crueldad y por los derechos del animal, y a la vez, se esté a favor de unos festejos muy populares en las Tierras del Ebro, como los toros embolados. Festejos en los que el animal asustado sufre enormemente, rodeado de una multitud enfervorecida que daría miedo a cualquiera que estuviera en lugar del toro.
Y por eso, no entiendo la hipocresía de permitir una cosa, y de intentar salvar la otra, cuando es igual o incluso más cruel que la propia corrida. Al menos, la corrida es uno contra uno, y el torero expresa el máximo respeto hacia el animal, mientras que en estos festejos populares los animales son agarrados, rodeados por la multitud, y en muchos pueblos les colocan bolas de fuego en los cuernos, por no hablar del maltrato al que les somente en muchos pueblos jóvenes armados con palos que no tienen escrúpulo alguno en pegar al animal. Pero claro, como ahí no se mata al animal, eso no me molesta. Se trata, simplemente, de un poco de coherencia en los planteamientos de los partidos políticos, seas cuáles sean esas posturas.
Y por el otro lado, en un Partido Popular instalado en la crispación permanente, ha hecho bandera de este tema. Y como siempre, con consecuencias imprevisibles. De entrada, con su postura en el Parlamento catalán, ya provocó que varios diputados de CiU que se hubiera abstenido o que incluso hubieran votado en contra de la prohibición votaran a favor de la iniciativa popular.Y todo, porque el PP impugnó la normativa relativa a los correbous ante el Consejo de Garantías Estatutarias.
Un hecho que enfadó sobre manera a muchos diputados de CiU que hubiesen votado contra la prohibición si se hubieran votado de forma conjunta corridas y correbous. Y ahora, no contentos con esto, los populares se plantean defender la fiesta nacional en toda España, con medidas incluso en el propio Congreso de los Diputados, más como medida electoralista que como medida de protección a los toros.
Y sinceramente, no entiendo tampoco esto. Canarias prohibió las corridas de toros hace ya diez años, y nadie se preocupa de eso. Pero como lo hacen los catalanes, hay que tocar a rebato para proteger su fiesta nacional. Y por cierto, otra incoherencia más de esta España nuestra. En Canarias prohibieron las corridas, pero se mantiene otra tradición que me parece todavía más salvaje: las peleas de gallos.
Probablemente, cuando acabes de leer este post, no te quedará clara cuál es mi postura, porque doy a todo el mundo. Y no me extraña, porque no me aclaro ni yo mismo. Por un lado, no entiendo ese extremismo instalado en determinados círculos españolistas de atacar cualquier cosa que provenga desde Cataluña, simplificando el tema, y olvidando que hay cientos de miles de madrileños, anduces o aragoneses a los que no les gustan las corridas, y que para ellos no es un debate sobre la patria, sino sobre el maltrato hacia los animales.
Y por otro lado, tampoco entiendo esa hipocresía en este asunto que han desmostrado los que hasta no hace mucho presumían de tener seny. Una hipocresía basada en los derechos para los animales que son torturados por una fiesta considerada españolista, pero dejamos como están los festejos de Tarragona que se celebran bajo la senyera y el bonete. Lo que tengo claro es que si fuera un abolicionistas de convencimiento por el maltrato al toro, no estaría nada satisfecho con este resultado, y correría a manifestarme a cualquiera de los 200 correbous que se celebrarán este año en localidades de Tarragona. Y ya para acabar, frente a esos 200 correbous, en la actualidad sólo queda una plaza en activo en Cataluña, la Monumental de Tarragona. Eso es equidad y capacidad de resolver un problema acuciante para el país...
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