UN DÍA DE EUROPA MÁS DE REFLEXIÓN QUE DE CELEBRACIÓN
Llegados a este punto de la película, y con motivo de la celebración del Día de Europa el próximo 9 de mayo, los europeos, empezando por nuestros políticos, y acabando por los propios ciudadanos, deberíamos analizar el papel que está jugando Europa en el mundo en este momento.
Una Europa que anda perdida, con políticos que no tienen altura de miras, que sólo se preocupan de su propio corralito, y que anda dando palos de ciego, mientras los escenarios de la política mundial se desplazan hacia otros lares. Una Europa más preocupada por los problemas internos de cada país, o por problemas como el uso del velo en las escuelas, que por titulares como los del Wall Street Journal, en los que se afirma que el crecimiento económico está remontando en todo el mundo menos en Europa.
No hace falta ser muy observador para darse cuenta que además de que la economía europea no va todo lo bien que debería ir, la Unión Europea pinta cada día menos en el contexto mundial. El propio presidente norteamericano Barack Obama centra más esfuerzos en las relaciones entre Estados Unidos y las potencias emergentes como China, India, o la propia Rusia, que en mantener y limar las relaciones con el Viejo Continente. Nick Clegg, líder de los liberales británicos y figura en ascenso en la política británica, ya ha dejado bien claro durante su campaña que las especiales relaciones entre Estados Unidos y su propio país son cosa del pasado, y que ya no difiere el trato que Estados Unidos da al país de Su Graciosa Majestad del que da a otros estados como Brasil o China.
Esta pérdida de la influencia europea en el conjunto de la política mundial parece que no les ha quedado suficientemente claro a muchos líderes europeos, a pesar del fracaso de las posturas europeas de la cumbre del clima de Copenhague, de la cancelación del viaje de Obama a Madrid para participar en la cumbre euro norteamericana, o del escaso protagonismo europeo en la reciente cumbre en Washington para controlar el armamento atómico mundial. Europa, más que nos pese, ya no lleva la agenda política mundial.
Y si no hacemos algo para remediarlo, dentro de poco, no pintaremos nada ni política ni económicamente, arrollados por el poderío de las potencias cada día menos emergentes y sí más reales.
Pero mientras tanto, y ante la falta de líderes natos en la escena europea, como lo fueron en el pasado François Miterrand, Hermunt Kohl o el propio Felipe González, los mediocres políticos que tenemos en el conjunto del continente parecen estar más preocupados por los problemas internos que por el futuro de Europa. Un claro ejemplo es Ángela Merkel, la canciller alemana que ha olvidado el compromiso europeísta de sus predecesores en el cargo, y ha sacando de quicio a buena parte de las capitales europeas por los problemas que puso al rescate de Grecia. Un rescate sin el cuál, el euro, y el conjunto de la economía europea tiene un negro futuro ante el acoso de los mercados y el posible efecto dominó en la economía europea.
Para colmo de los males, la cabeza de la Unión recae en dos personas grises y con escasa proyección internacional, como son Herman Van Rompuny como presidente de la Unión, y Catherine Asthon como alta representante de Europa para la política exterior. Dos perfiles planos que dicen mucho de las intenciones de buena parte de las cancillerías europeas con respecto a Europa. La Unión, y los cargos institucionales que deberían regir nuestro futuro, se merecían dos personas de prestigio, amplia experiencia y que contaran con una importante proyección internacional para poder lidiar con los retos a los que deben enfrentarse en este mundo convulso en el que nos ha tocado vivir. Pero en lugar de eso, hay dos personas que no aparecen en ningún sitio, y que nadie sabe a que dedican su tiempo libre.
Negro futuro tenemos si no somos capaces de enderezar la Unión y continuar por el camino de la integración, convirtiendo la frase "la unión hace la fuerza" en el lema de Europa. Ya lo dijo Winston Churchill, "Si, por una vez, Europa estuviera unida para compartir su herencia común no habría límite a la felicidad, a la prosperidad, y a la gloria". Pero en estos momentos, ya no se trata de tener sentimientos europeístas. Se trata de pura supervivencia en este mundo cada día más complejo y globalizado.
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