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LENGUA DE TRAPO.

BUSH, CLINTON, BUSH, ¿CLINTON?

BUSH, CLINTON, BUSH, ¿CLINTON?

Lo que todo el mundo esperaba que sucediera, ha sucedido. Hillary Rodham Clinton ha comenzado su carrera hacia la Casa Blanca. Y no como primera dama, sino como presidenta de los Estados Unidos de América.

Con 59 años, Hillary tiene una larga trayectoria política que la avala. Ocho años de primera dama, seis años como Senadora por Nueva York han hecho que la gente la odie o la defienda a muerte. Nadie queda indiferente ante la aspirante demócrata.

La senadora por Nueva York tiene muchas cosas a favor. Es popular, tiene recursos sufientes como para afrontar la carrera presidencial, una engrasada maquinaria electoral que ya ha comenzado a mover, y un Partido Demócrata que en estas primeras semanas en las que ha ostentado el poder en la Cámara de Representantes ha demostrado ser sólido y equilbrado. Además, la imagen del actual presidente George Buhs está de capa caída, por el desastre que está suponiendo la guerra de Iraq, entre otros motivos. Los vientos corren a favor de esta ex-primera dama, que ya intentó en su anterior paso por la Casa Blanca ser políticamente activa cuando intentó meter mano en el sistema nacional de salud norteamericano.

Entre los obstáculos que tendrá que vencer la ex-primera dama será vencer en primer lugar al otro gran candidato demócrata, el senador Barak Obama. Si Obama ganara a Clinton, sería el primer presidente negro de los Estados Unidos. Si lo hace Hillary, será la primera mujer en ocupar el Despacho Oval. Pero no será Obama el único obstáculo. El ex-alcalde de Nueva York Rudolf Giuliani también se encuentra entre los candidatos a residir en la Casa Blanca.

Probablemente pocas campañas electorales norteamericanas atraerán tanto la atención en el resto del mundo como ésta. Quizás los Estados Unidos, dado que sus acciones repercuten en la vida de buena parte de los habitantes del planeta, deberían darnos a todos la oportunidad de elegir a quien queremos que gobierne el destino no sólo de los habitantes de Nueva York, Bostón o San Francisco, sino el destino del resto de los habitantes de la Tierra. Yo desde luego, al igual que la mayor parte de los europeos, votaría por los demócratas. Aunque seguramente, seamos realistas, tampoco cambiaría demasiado la cosa con los demócratas en el poder. Pero de ilusiones se vive, y desde luego, con cualquiera estaríamos mejor con con el señor Bush.

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