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LENGUA DE TRAPO.

WHERE IS MY VOTE?

WHERE IS MY VOTE?

En Irán, no se veía tanta tensión en las calles desde el derrocamiento del Sha y la posterior instauración del régimen islámico. En estos días, millones de personas están saliendo a las calles de todo el país para protestar por lo que consideran un pucherazo electoral en toda regla. Una opinión compartida por buena parte de la comunidad internacional, con Estados Unidos y las principales cancillerías de la Unión Europea a la cabeza.

Todo parecía apuntar a que tras las elecciones del pasado fin de semana, Mahmud Ahmadineyad debería abandonar el poder, tras la marea verde de los reformistas. La movilización de los jóvenes y de las mujeres, deseosos de un cambio en Irán, de un aumento de las libertades, y de un acercamiento hacia Occidente, así lo indicaban. Las altas tasas de participación, con una cifra superior al 85% del censo electoral, apuntalaron esta impresión.

De hecho, muchos teníamos la esperanza de que algo cambiara en Irán tras las elecciones. Evidentemente, el cambio no habría sido radical, ya que las reformas se prometían lentas.

Pero los resultados ofrecidos por el Gobierno de Ahmadineyad han sido como un jarro de agua fría para todos los que esperábamos un avance de la reforma en Irán, un país que me atrae sobremanera sin que ni yo mismo conozca el motivo y que me hace estar atento a todo lo que allí sucede.

Las razones para sospechar que se ha producido un pucherazo es la rapidez con que Ahmadineyad dió a conocer su victoria, en un país en el que los recuentos electorales suelen ser lentos. Y más teniendo en cuenta que en estas elecciones ha votado más porcentaje de gente que nunca, algo que tenía que haber hecho más lento el recuento. También da que pensar que con el elevado porcentaje de participación y con el ambiente reformista que se respiraba en Irán, Ahmadineyad haya aplastado a su oponentes, al alcanzar un 65% de los sufragios. Demasiadas incógnitas por resolver. Demasiadas incógnitas que el régimen iraní está tratando de ocultar con censura y represión.

Tras las elecciones, el principal candidato reformista, Musaví, ha pedido que se anulen las elecciones y que se convoquen nuevos comicios, a la par que pedía a sus seguidores que salieran a la calle para protestar de forma pacífica.

Una petición que se han seguido millones de personas de todo el país. Niños y niñas pijos, como llama  Ahmadineyad a los hijos de las clases más acomodadas que apoyan las reformas. Pero también clases medias, pobres, mujeres con chador, y otras que visten a la última. Todos, por defender su voto y las reformas.

Y ello, a pesar de que el gobierno de Ahmadineyad ha prohibido celebrar las manifestaciones, y mantiene el control más absoluto sobre los medios de comunicación iraníes, que mantienen una censura total sobre las manifestaciones de los reformistas. No contento con esto, el gobierno iraní ha detenido a decenas de reformistas, ha interrupido el envío de mensajes de texto para evitar que los jóvenes se comuniquen, y están censurando decenas de blogs y páginas web reformistas. Sin contar que se están entorpeciendo la labor de la prensa extranjera.

Sinceramente, siento cierta envidia por el modo en que los reformistas iraníes están defendiendo sus derechos, mientras en la vieja y civilizada Europa nos quedamos en casa cuando nos llaman a votar, o lo que es peor, enviamos al Parlamento Europeo a fuerzas de ultraderecha con programas racistas, mientras se nos llena la boca hablando de democracia y nos ponemos de ejemplo para todo el mundo.

De momento, un reformista ha muerto ya en las manifestaciones. Pero quizás no todo esté perdido. Las revueltas que derrocaron al Sha comenzaron así. Y bien es cierto que el Sha no destacaba precisamente por la democracia de su régimen. Pero no es menos cierto que durante su gobierno, la economía de Irán creció como nunca lo había hecho, que las mujeres fueron incorporadas a la vida laboral y social del país, y que se creó un tejido social fuerte en las principales capitales del país. Un tejido que se ha mantenido vivo, al igual que las ansias de igualdad entre las mujeres. No en vano, Irán llegó a ser uno de los países más modernos de Oriente Medio. E incluso después de la revolución, y para ser un país islámico, hay un importante número de mujeres que trabajan como profesoras, médicos, investigadoras o arquitectas.

La semilla ha surgido. Sólo espero que pueda florecer. Ahora, los jóvenes iraníes, motor del cambio cuentan con internet como herramienta básica para luchar contra la opresión. Y ahí estaremos el resto de cibernautas, movilizando a la opinión pública mundial en su apoyo. Es lo bueno de esta época. Quizás el Ministro de Exteriores, Moratino, no ha estado a la altura de sus homólogos europeos a la hora de exigir al gobierno iraní transparencia. Pero para eso, ya estamos la sociedad civil.  Recuerda, Where is my vote? 

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