UN AÑO DESPUÉS
Hace exactamente un año, Zaragoza se sumía en una fiesta para celebrar la inauguración de la Exposición Internacional del 2008. Un evento por el que muy pocos apostaban en un principio, y que ha marcado un antes y un después en la historia de la capital aragonesa.
Cierto es que en la celebración de la Expo han existido algunos fallos, como la escasa repercusión del legado intelectual de la Expo en foros internacionales. Pero sin duda, el balance de la Expo para Zaragoza ha sido más que bueno.
Con la Expo, la ciudad inició un proceso de transformación que la posicionó excelentemente en el exterior, y que provocó cambios urbanísticos y sociales que hubieran sido impensables de realizar en un espacio tan corto de tiempo.
Gracias a la Exposición Internacional, los zaragozanos podemos disfrutar de nuestras renovadas riberas, de sus parques, y de sus terrazas. Se puso en marcha el Parque del Agua. Podemos cruzar el Ebro por nuevos y vanguardistas puentes. Podemos movernos por la ciudad en bicicleta gracias al servicio Bizi, al igual que podemos desplazarnos desde el sur de la capital hasta Santa Isabel en apenas unos minutos gracias a la puesta en marcha del cuarto cinturón de circunvalación. También el tercer cinturón fue completado, al igual que se puso en marcha la primera línea de cercanías, aunque fuera a medio gas. Y también se renovaron aspectos menos vistosos, como las farolas de las principales avenidas, o se renovó la iluminación de los principales monumentos de la ciudad, por poner sólo unos ejemplos.
La ciudad también cambió su imagen, gracias a la construcción de nuevos edificios que están llamados a convertise en los iconos de la Zaragoza del siglo XXI, con edificios singulares como el Pabellón Puente, la Torre del Agua o el Pabellón de España.
Además, la muestra también ha dejado equipamientos turísticos ya en funcionamiento que mejoran la oferta de la capital aragonesa, como el teleférico, o el Acuario, o equipamientos que contribuyen a mejorar el posicionamiento de la ciudad como destino de congresos, gracias al nuevo Palacio de Congresos de Aragón.
Y todo esto, sin contar con el futuro centro empresarial que se ubicará en el recinto de Ranillas, ya en obras, y para el que hay reservado en torno al 60% de la superficie, y la reconversión del Pabellón Puente de Zaha Haid y la Torre del Agua en dos emblemáticos centros de arte.
Aunque lo más importante, es el cambio de chip de los ciudadanos. De ser una ciudad plana, y sin ambiciones, tras la Expo ha surgido una nueva Zaragoza llena de ilusión y de proyectos, que tratar de proyectarse en el exterior. Atrás quedaron esos tiempos en los que Zaragoza se pasaba el tiempo mirándose el ombligo, incapaz de proyectarse en el exterior.
Ahora, una nueva Zaragoza trabaja para hacese un hueco en la red de ciudades medias, convirtiéndose en una de las principales ciudades emergentes del sur de Europa, gracias a la creación de la marca y a la consolidación de Zaragoza como destino turístico y de congresos.
La ciudad ha cambiado el chip, dejando arrinconados a los del "no a todo". Y ese, es el mejor legado de la Expo. Los zaragozanos creen en la ciudad, creen en sus posibilidades, creen en ellos mismos, y en la capacidad de Zaragoza para enfrentarse a cualquier reto que se plantee.
2 comentarios
Nacho -
Como ya he dicho al principio del post, la Expo tuvo algunos fallos. Eso, lo ve cualquiera. Pero como también digo, creo que el balance final para la ciudad ha sido bueno. Las obra que se hicieron para la Expo, sin la Expo, probablemente se hubieran terminado en el 2020. Por eso, prefiero fijarme en todas las cosas buenas que nos ha dejado la Expo como legado. Negativos y cenizos, ya hay demasiados.
Y sobre la Bizi, llevas toda la razón. Es un casos, sobre todo en horas punta de entrada y salida del trabajo.
Un saludo
Óscar -
Un placer leerte.