UN RINCÓN CUALQUIERA
En la ciudad, hay rincones maravillosos, rincones encantadores. Rincones por los que pasear, y rincones por los que perderte y disfrutar de la soledad, o del gentío, o de un paseo en buena compañía antes de ir a cenar, o a tomar una tapa, o una caña, o quizás una tarta.
Rincones en los que la ciudad parece perderse, rincones en los que parece que te trasladas a otra época en la que no existían los coches, ni las prisas, ni la contaminación. Épocas en las que los carros y los caballos circulaban por las calles, momentos en los que las puertas de la ciudad eran cerradas al caer la noche.
Y este rincón que ilustra el post, es uno de mis rincones favoritos de Zaragoza. El Arco del Deán. Una zona que te atrapa y te traslada varios siglos atrás, con el discreto encanto de la soledad.
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