YA ESTAMOS DE FIESTA.
Sin darme cuenta, hemos llegado al ecuador de las fiestas, a falta de los días grandes. Unas fiestas con un marcado carácter popular y callejero. Para mí, los Pilares son sinónimo de calle. Las actuaciones callejeras, los pasacalles, los conciertos y los grupos de teatro de calle en las pequeñas plazas del Casco marcan mis fiestas. Estas actuaciones callejeras rompen con la dinámica y la rutina de la ciudad. De copas puedes ir cualquier fin de semana, pero este ambiente callejero es lo que marca la diferencia. Un estilo festivo que podía trasladarse a otros fines de semana del resto del año, organizando conciertos y animación en calles y plazas, en colaboración con comerciantes, entidades bancarias y cuantas empresas quisiesen contribuir. En definitiva, dar ambiente y vida a nuestras calles y plazas.
Pero el Pilar no sólo es el teatro y la animación en la calle. Los gigantes y los cabezudos, esos grandes clásicos a los que me gusta ir a ver que por lo menos una vez en las fiestas, recordando así mi niñez, cuando mi madre nos llevaba a verlos a la salida del colegio. O el Rosario de Cristal, esa procesión hecha arte de cristal, luces y recogimiento que recorre las calles del Casco Histórico cada 13 de octubre. O la Ofrenda de Frutos, la Feria de la Cerveza, los fuegos artificiales, rivalizando con la mismísima Valencia en lo que a pólvora y colores se referiere. O las ferias, y en esta ocasión, hay que felicitar al Ayuntamiento de la Ciudad por el nuevo recinto de Valdespartera. Por fin Zaragoza tiene un recinto digno, cómodo y amplio para acoger unas ferias. Por no hablar de las nuevas carpas municipales, situadas en el mismo recinto ferial. Unas carpas dotadas cuidadas al detalle, con zonas de comida, de descanso, guardarropa, con muchos servicios, y sobre todo, muchas medidas de seguridad y de higiene. Una carpa de fiestas a la altura de lo que Zaragoza necesitaba.
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