UNA CIUDAD NO TAN CONTENTA.
A veces, cuando escucho al alcalde Juan Alberto Belloch, o al Teniente de Alcalde de Urbanismo Antonio Gaspar hablar de la Ciudad, no se si hablan de este ciudad en la que vivo desde que nací, o están hablando de otra ciudad imaginada y maravillosa en la que se han hecho miles de actuaciones en los barrios y todos los ciudadanos estamos contentísimos de cómo gestiona el Ayuntamiento nuestros problemas nuestros recursos y nuestras ilusiones. No entiendo como tras la cortina de humo que les ha supuesto la Expo, y tras los miles de millones de euros invertidos en el recinto de Ranillas por Expo Agua, Gobierno Central y DGA, siguen tratando de convencernos de que sus respectivos partidos han cambiando esta Ciudad. Yo vivo en el Distrito del Rabal, y la verdad es que a fecha de hoy, no he visto grandes cambios en mi Distrito. Es cierto que se han conseguido cosas como la reforma de la Casa Solans, pero por poner un ejemplo sangrante, los jardines del entorno de la Estación del Norte siguen sin reformarse. Son un auténtico secarral. Por no hablar del Casco Histórico de El Rabal, una zona de gran potencialidad pero en la que no se ha actuado de una forma decisiva para ponerlo en valor.
Esta situación se repite en muchos barrios de la ciudad. En casos clamorosos, incluso se están vendiendo desde el Ayuntamiento actuaciones que ya comenzaron a ser desarrolladas por el anterior Equipo de Gobierno, como puede ser el caso de Conde de Aranda o de las miles de VPO puestas en marcha en el sur de la ciudad, o de actuaciones de la iniciativa privada, como los centros comerciales Aragonia o Puerto Venecia.
Han faltado inversiones en los barrios. Unos barrios muy necesitados de inversiones para ponerse a la altura de la Expo. Pero también ha faltado agilidad en espacios urbanos de gran importancia para el futuro de Zaragoza como los terrenos de El Portillo o los del barrio del AVE.
Proyectos, muchos proyectos, y muchos contratos firmados pero no cumplidos con los barrios. La Milla Digital, la reforma de la Avenida de Navarra o del Paseo de Teruel o el Coso, la falta de inversión en el Plan Especial del Casco Histórico, la reforma de muchos parques, como el Parque Grande, la ampliación del parque de la Aljafería o la mejora de los Pinares de Venecia no se han realizado, por no hablar de cosas que sí que han hecho, como es la reforma de Echegaray y Caballero, pero cuyo resultado ha sido lamentable, dejando escapar una oportunidad perdida para un espacio tan singular como es la ribera del Ebro a su paso por el centro de la capital aragonesa. Una reforma vulgar y normalita que no aporta nada nuevo a la Ciudad ni al urbanismo y que no invita en demasía a pasear por lo que debería haberse convertido en el principal espacio de paseo y ocio de los zaragozanos.
También podíamos hablar de lo que iban a ser los hitos estrella de la Legislatura, la reforma de la Romareda, parada en los tribunales, el espacio Noreste, ese gran espacio de creatividad joven, del que aún no sabemos nada, o el tranvía, ese medio de transporte que tanto rechazo está generando en los partidos de la oposición, especialmente en el PAR, y en numerosos colectivos ciudadanos y empresariales.
Una ciudad imaginaria en las mentes de Juan Alberto Belloch y de Antonio Gaspar. Una ciudad imaginaria que los ciudadanos de a pie no podemos percibir, ahogados entre atascos, subidas de impuestas, falta de imaginación y obras horteras como Echegaray. Una ciudad imaginaria que se ha permitido el lujo de acabar con el Ballet de Zaragoza y con un asombroso déficit de Zaragoza Cultural. Pero por lo visto, no pasa nada. Seguiremos viviendo y trabajando en esa ciudad imaginaria, como si de un juego de Internet se tratase.
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