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LENGUA DE TRAPO.

ESPERANZA.

Ayer, paseando por la mañana, pasé por el colegio de Agustinos, en el zaragozano Camino de las Torres. La escena, como todas las mañanas de sábado en los colegios de toda la ciudad, era de un grupo de niños que eran animados por los eufóricos padres. Hasta ahí, nada raro. Y de repente, me di cuenta de que los equipos eran mixtos. De rojo unos y de azul los otros, había niños y niñas jugando con total normalidad en el mismo equipo, de tu a tu, como iguales, nada de dos equipos masculinos jugando entre sí, o dos equipos femeninos jugando también entre sí. O chicos jugando y chicas animando. Jugaban chicos y chicas juntos y revueltos en el mismo equipo. En ese momento, una sonrisa se esbozó en mi rostro. Y es que las nuevas generaciones crecen, compiten y conviven en igualdad. Hasta en campos tan restrictivos para las mujeres como es el deporte. Ya en mi generación, no hay diferencias entre ellas y nosotros. Trabajan, estudian y compiten en igualdad de condiciones que nosotros mismos y con una enorme profesionalidad, con el lastre de que muchos de nuestros jefes aún son de generaciones mayores a la nuestra y en muchos casos aún se produce discriminación por este motivo. Pero incluso en esta igualdad, a las mujeres de mi generación aún les faltaba en el colegio esa igualdad en el deporte. En mi colegio, o en el instituto, todos hacíamos deporte, pero cada uno en el equipo de su respectivo sexo. Y por supuesto, las niñas, nada de fútbol o baloncesto. Ellas jugaban al voleibol, nada de fútbol.  Y ayer, viendo jugar ese partido de baloncesto de equipos mixtos a esos niños y niñas, que debían tener 8 o 10 años, vi el futuro con esperanza. La última de las barreras, la deportiva, seguro que cae con esas generaciones que hoy no son más que niños. Pero que algún día serán los hombres y mujeres que dirijan este país.

 

1 comentario

EVA -

Y después preguntarán el motivo por el que te queremos tanto... Besos