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LENGUA DE TRAPO.

AGRESIONES Y FRACASO SOCIAL.

Artículo publicado en El Pollo Urbano.

Lo hemos podido ver casi en directo. Un joven barcelonés, Sergi Martín, de 21 años, insultó, vejó, y pegó a una joven de origen ecuatoriano en un vagón de cercanías del área metropolitana de Barcelona. La joven tuvo que aguantar que Sergi le dijera zorra, inmigrante de mierda, que le tocara el pecho, le abofeteara y que le pegara una patada, con una indefensión total. No es muy complicado imaginar el miedo y el terror que tuvo que pasar la joven en ese vagó de tren, durante los largos minutos que duró la agresión de carácter xenófobo, aguantando estoicamente, mientras otro joven pasajero miraba para otro lado como si allí no pasara nada.
Después de ver en televisión la agresión, el conjunto de la sociedad ha quedado conmocionada. Ver la prepotencia, la arrogancia y la seguridad con la que Sergi agredía a la menor, ha hecho que todos tragáramos saliva al ver las crudas imágenes. Cuesta creer que existan tipos como ese que agreden con total impunidad en nuestro civilizado país. La sociedad española ha rechazado de forma masiva la agresión, y en su conjunto no comprende como el agresor, con la prueba irrefutable de la grabación en la que aparece pegando a la víctima, siga en la calle. Puede ser que sea legal el que el agresor siga en la calle. Puede ser que estas situaciones estén mal protegidas jurídicamente. Puede ser que el hecho sea considerado como una falta leve por la Justicia. Pero los ciudadanos no lo entendemos. No puede ser que el agresor esté todavía en la calle. Algo falla en nuestro sistema judicial. Y lo más preocupante, si tenemos la grabación, queda clara la culpabilidad del agresor, y toda la sociedad la ha rechazado de plano. ¿Qué ocurrirá en aquellos casos en los que no hay grabación, en los que no se entera nadie por no llegar a los medios de comunicación, por no ser noticia? Como ciudadanos, no nos queda más remedio que exigir dureza contra los violentos. No puede ser que los agresores queden impunes. La Justicia, debe actuar. Y si las leyes no valen para ello en su estado actual, cambiarlas.

Pero más allá de la indignación social, y de la condena del agresor, este hecho lamentable supone el fracaso de nuestra sociedad en dos aspectos. El primero, en lo que respecta a la integración de los inmigrantes, dado que cada vez son más frecuentes los ataques de tintes racistas y xenófobos. En segundo lugar, también supone el fracaso social en la adaptación de jóvenes como Sergi, jóvenes que provienen de un ambiente familiar desestructurado, sin salida laboral y sin futuro. Jóvenes inadaptados socialmente que no hemos sido capaces de incorporar a nuestro sistema democrático. Y ahí, como sociedad, deberíamos hacer una profunda reflexión sobre lo que esta fallando en nuestra sociedad.

Al igual que también estamos fallando en la condena pública hacia el único testigo. Desde sus vecinos, hasta periodistas o la mismísima presidenta de la Comunidad de Madrid, han rechazado, criticado y condenado el comportamiento del testigo, un joven argentino que miraba para otro lado mientras se producía la agresión. Es cierto que el joven debería haber intervenido, debería haber hecho algo para frenar la agresión. Eso hubiera sido lo correcto, sin duda. Pero, ¿qué hubiésemos hecho cualquiera de nosotros en su lugar? ¿Hubiésemos intervenido en caso de haber estado cualquiera de nosotros en ese vagón? En frío, y rodeados de gente, o incluso con los 4 guardaespaldas de Esperanza Aguirre, todos somos muy valientes. Todos hubiésemos intervenido arriesgando nuestras vidas para detener la agresión, como sí que hizo el joven valenciano que murió heroicamente por defender a una joven que estaba siendo agredida. Pero luego, cuando pasa un hecho como este, nadie puede saber como va a reaccionar. En esos momentos de tensión, igual de fácil es intervenir como mirar para otro lado. El miedo no se elige, llega de repente, y nadie sabe como reaccionará en ese momento. A no ser que lleves detrás cuatro guardaespaldas. Entonces, si que sabes como reaccionar.

5 comentarios

JOSÉ MANUEL -

Ojalá seamos capaces de que estos hechos sigan causando alarma social y rechazo, antes de que las opiniones racistas pasen al ámbito de lo público por dejar de ser políticamente incorrectas.

Laura -

Es muy fácil ser valientes cuando lo hablas con los amigos. Lo triste es que luego, en la soledad de la agresión, lo más probable es que muchos de nosotros no hicieramos nada.

Pablo -

Tenéis toda la razón. Es muy fácil criticar desde la barrera, pero realmente, hasta que no te ocurre algo así, no sabes como reaccionarás. Igual el tío que parece más cobarde se convierte en un héroe, y el que parece más tirao pa lante se acojona.

Nacho -

Tienes toda la razón. Son preguntas lanzadas al aire que se clavan como dardos. Y que no se si alguien puede responder. Saludos.

Francisco Javier Millán -

"¿qué hubiésemos hecho cualquiera de nosotros en su lugar? ¿Hubiésemos intervenido en caso de haber estado cualquiera de nosotros en ese vagón?"
La verdad Nacho es que la mayoría, yo incluido, habríamos reaccionado igual, no haciendo nada. Quizá hubiésemos esperado a ver que consecuencias tenía o sólo era un golpe, quizás habríamos acudido a socorrer enseguida a la muchacha una vez el agresor se hubiera marchado, tal vez habríamos ido corriendo a la comisaría a denunciar el hecho y actuar de testigo. Sin embargo siempre a posteriori.

En situaciones así no sabes como reaccionar y ,excepto los valientes, crees que es mejor defender tu seguridad personal que la de los demás. Después querremos ayudar pero dejando un halo de cobardía. Sin embargo ¿hasta qué punto hemos de arriesgarnos por alguién que no conocemos? ¿Es egoísmo o realmente pensamos que reaccionar en ese momento es inútil y que sólo va a causar más problemas? ¿Es cobardía o es inteligencia?